Un acto de rebeldía
Amar la escritura en tiempos convulsos. Cuando un acto de rebeldía, como es escribir a pesar del mundo, se convierte en un acto de amor propio y de autodeterminación.
11/8/20252 min read


Hoy he estado escribiendo. A máquina. Tan solo dejándome llevar. Un momento de intimidad, de locura.
Un acto de rebeldía.
La página escrita tiene una fuerza y un alma que no se ve desde la pantalla, pero transcribo aquí el texto con la esperanza de que se pueda sentir.
El sol iluminaba la máquina de escribir con dulzura, casi inocencia. Las palabras de dibujaban sobre el papel blanco, cobrando vida, y el agudo y ruidoso sonido de las teclas resonaba por la habitación antes tranquila y silenciosa.
Cada vez que resonaba aquel “plin” final, la escritora sentía que había conseguido algo nuevo, que todo, una vez más, volvía a tener sentido.
Había algo mágico en aquel proceso, en la máquina en sí misma, algo que la ataba y a la vez le calentaba el alma. Quizás le daba voz a su propia alma. Quizás, estaba entre las teclas, entre el ruido y esa campanita que resonaba casi con felicidad.
Pero escribir es un acto de intimidad, que no solitario. Es un medio de autodescubrimiento apasionado, es la verdad anidada en el corazón rompiendo la piel de los dedos para convertirse en tinta, y eso requiere de tiempo, pero de uno propio y de calidad. Uno no puede escribir si hay otros mirando, escuchando. Se meten detrás de tu cabeza, anidan en ese lugar incómodo. Las palabras salen o con rabia o con miedo, se pierde la naturalidad.
Virginia Woolf decía que toda mujer necesita de dinero y una habitación propia para escribir. Al final todo se resume en eso: intimidad y tiempo. Y silencio, silencio afuera y cierto ruido por dentro. Se necesita algo de ruido en el alma para poder escribir, algo que chirríe, algo que grite, porque es es la esencia misma de la escritura: tener algo que decir, incluso cuando esto sea, como este texto que lo único que quieres decir es que tienes necesidad de escribir y que amas hacerlo, que lo necesitas y que a veces, ni la falta de ideas puede impedirlo.
El sol ya no ilumina la máquina de escribir aunque tiene su propia luz, ¿o es la mía propia que se refleja en la página, cada vez menos en blanco?
Hay algo terapéutico en todo esto, algo que me calma por dentro. Por un instante, me siento en calma conmigo misma. Masaje de alma.
Solo ahora veo que comencé a escribir esto en tercera persona, y lo termino en primera. Todo lo que escribimos forma parte de nosotros.
Incluso con sus errores, pero, ¿hay algo más humano que el error? Hay belleza en el error, en lo incorrecto. Una belleza puramente humana.
Amo escribir. Es un acto de rebeldía contra uno mismo y el mundo.


Eva M. Fernández
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